martes, 27 de septiembre de 2011

Lágrimas del Pasado.

La chica miraba por la ventana. Observaba como la lluvia que comenzaba dejaba sus pequeñas huellas en el cristal. Las mismas huellas que sus lágrimas dejaban sobre la manta con la que se cubría.

Había probado el sabor de sus propias lágrimas, un sabor salado. Esta vez no lo había hecho, ya que para evitar pensar en lo que le sucedía, se comenzó a interrogar acerca si era sano o no tomarse las lágrimas. Era todo para evitar seguir pensando, pero simplemente no podía dejar de llorar. La chica no había descartado que podría deshidratarse si continuaba a este paso. Llevaba varios días así, sin comprender a cabalidad que había sucedido, pero no podía detener sus ojos. Trataba de cerrarlos, pero se abrían solos.

Ni siquiera hacía frío, pero la soledad le calaba hasta los huesos. Mientras continuaba su observación y divagando en el silencio de sus pensamientos vacíos, observó a la gente pasar, unos corrían a resguardarse en la entrada del edificio de enfrente, otros habrían su paraguas. Pero una niña, quizás pudiera tener no más de 10 años, se detuvo, a pesar que parecía llevar prisa y extendió sus 2 manos, cuando una gota cayó encima, se la acercó al rostro, miró al cielo y sonrío.

La chica la observó por la ventana, no entendía como alguien podía sonreír cuando llovía, acaso esa chiquilla no entendía que seguramente su mama la iba a regañar por demorarse y llegar mojada, acaso no comprendía que podía enfermarse. La que no entendía era la chica.

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Sus padres la habían abandonado cuando era chica, tenía pocos amigos en la escuela y vivía con su abuela y su tía en una casa bastante pequeña en un área bastante transitada, su abuela estaba enferma hacía mucho tiempo y había fallecido recientemente. La niña se había sumido en una tristeza y por más que la tía se esforzaba en animarle, la niña lloraba escondida en las esquinas de la casa.

Nadie sabía a ciencia cierta porque lloraba, ella aseguraba que no era por la muerte de la abuela ya. Todos estaban preocupados, excepto la niña, estaba bien vivir sufriendo.

Ese día, había sido particularmente malo, sin ninguna razón aparente, cada día parecía ser peor que el anterior y nada mejoraba. Iba caminando por la misma calle de siempre, cuando vio que todo mundo comenzaba a resguardarse de la lluvia, sin embargo, ella no sentía que llovía, así que se detuvo por un momento, se tomó el tiempo y extendió sus manos, cuando una gota cayó, miró al cielo y no pudo evitar sonreír.

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En ese momento, la mirada de la chica se encontró con la niña. La niña la miró con cara compasiva y le sonrío de forma tímida, la chica le devolvió la sonrisa y ante sus ojos, la niña se desvaneció. La chica, se sorprendió, pero al pensar en la niña, se dio cuenta que era ella misma hace unos años atrás, se sentía triste, sola, desvalida y aburrida y llevaba días pidiendo alguna señal que le recordara la vida, ese día cuando llovió, sabía que el cielo iba a despejarse después y que el sol saldría. Eso era la vida.

La chica miró al cielo y vio como el sol se abría paso entre las nubes, se secó la última lágrima, se levantó y siguió adelante con su vida, como hacen todos los demás cuando están tristes.